Descripción: Este segundo puerto de los “Tres Gigantes” ha sido el menos transitado por la Grande Boucle, que solo lo ha atravesado en una ocasión, con el incomparable Eddy Mercks en cabeza en la última etapa en que vistió el maillot amarillo del Tour 1975. Se trata de un paso montañoso que une los valles de Var y Verdon, estableciendo también el límite entre los Alpes Marítimos y los de la Alta Provenza. La zona de paso de montañeros y ganados se sitúa a 2045 m, mientras que la carretera discurre un poco más arriba, a 2087 m en el monolito que señala el col. Con todo, tampoco es esta la cota máxima de la ascensión, por cuanto la ruta sube aún un poco más hasta rozar los 2100 m unos centenares de metros más adelante. Esta vertiente que parte de St-Martin-d’Entraunes es bastante irregular, con una primera parte inmersa en un frondoso bosque, un reparador descanso en la zona intermedia y una parte final espectacular con numerosos “lacets” y fuertes pendientes entre verdes y apacibles pastos de montaña y numerosas rocas sueltas que le dan ese favorecedor toque grisáceo al cuadro. Los seis primeros kilómetros serpentean en una preliminar serie de herraduras bajo la protección arbórea, entrecortada de vez en cuando con puntos de vista magníficos sobre el valle de la Thinée, mientras la pendiente se mantiene en torno al 7%; no conviene desdeñar la fuente reconfortante a 500 m del inicio. Pasada la capilla de St. Jean hay un pequeño muro al 10% (“golpe de culo” dicen ellos, con buen criterio), seguido de otros 4 “lacets”, antes de afrontar casi 700 m al 10% de media. Menos mal que, al alcanzar la estación de esquí de Val Pelens (totalmente familiar y casi sin instalaciones), tendremos 1,5 km de relax e incluso un albergue-bar para que el descanso sea perfecto. Aunque lo peor está por venir… Y lo peor se inicia al dar inicio a una nueva serie de herraduras, a la par que la pendiente va in crescendo hasta superar en varios momentos ese fatídico 10%, siendo contemplados por las majestuosas montañas que dominan el entorno. Un kilómetro al 4% en mitad de este tramo final nos permite admirar la grandiosidad del paisaje, pero no debemos perder la concentración porque de nuevo volveremos a situarnos en dobles dígitos hasta alcanzar una rampa máxima al 12%, cuando las fuerzas empiezan a decaer. El último kilómetro ya es el del paseo por la ladera del collado, que queda algo más abajo entre hermosos y reposados pastos donde el ganado se solaza a placer… como también podemos hacer nosotros, admirando el Dent de Lièvre al sur y la Tête des Muletiers al norte. Nos hallamos ciertamente en otro mundo. Parece mentira que en un departamento con ciudades tan populosas como Vannes y Niza se puedan encontrar aún lugares olvidados de todos, salvajes, verdaderos oasis de paz donde la vida discurre monótona al ritmo tranquilo y dulce del paso de la estaciones. |