Descripción: Las relaciones entre los habitantes de las riberas del Aure y los de los valles que integran la comarca del Sobrarbe han sido siempre muy estrechas. Los reyes de Aragón se convirtieron en señores del valle del Aure en los comienzos del siglo XI, momento en que se construyeron torres y fortificaciones, como el castillo de Tramezaygues. Sería en el siglo XII, con el afianzamiento de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, cuando habría un gran número de viajeros que atravesaron estos parajes, por lo que no es extraña la existencia de una influencia recíproca en el terreno cultural, arquitectónico y religioso entre ambas poblaciones pirenaicas. Así, la iglesia del bonito pueblo de Ancizan, aunque reconstruida en el siglo XIX, tiene reminiscencias del románico del otro lado de las montañas. Y va a ser precisamente al pasar junto a su pórtico donde una rampa que acaba alcanzando el 15% nos da la bienvenida al reino de la paz y el embeleso. Nos hallamos en lo que será una ascensión plena de frescura y verdor, de sosiego y tranquilidad. Los primeros árboles nos abren la puerta a un mundo de los sentidos, libre y embriagador, que pocas veces tendremos la oportunidad de disfrutar en otras rutas cicloturistas. Y con ellos la única herradura de toda la ascensión nos orienta desde el principio al final definitivo a más de 1500 m de altitud. Van a ser pocos más de diez los kilómetros de este puerto paradisíaco, con dos partes bien diferenciadas en su grado de exigencia para nuestras fuerzas, separados por corto tramo de relativo descanso. El primero, de cuatro mil metros, se nos hará eterno: la pendiente se mantiene firme entre el 8 y el 9%, con rampas por encima del 10%. Enseguida se remansa en un kilómetro de alivio, para abordar el tercero y último, que será de cinco nuevos kilómetros. Y, finalmente podremos contemplar el inigualable panorama que, tras atravesar entre dos rocas majestuosas, tenemos delante de nuestras extasiadas pupilas. |