Descripción: Es uno de los puertos que ha dejado en nuestro ánimo un sentimiento más contradictorio en las diversas veces que lo hemos ascendido. Y siempre acabamos preguntándonos lo siguiente: ¿por qué nos agota tanto su escalada cuando no tiene especiales dificultades, salvo su enorme longitud? ¿Cómo teniendo un paisaje tan enormemente bello nunca conseguimos recordarlo con rasgos claros y precisos? Y es que estamos hablando del Portalet, un puerto sin igual. Todos quienes hayan participado alguna vez en la Marcha Cicloturista Internacional de la “Quebrantahuesos” se habrán hecho probablemente esa misma pregunta y la respuesta tiene que estar forzosamente en los casi 30 kms. de ascensión que se nos atragantan en algún momento a todos. Desde su inicio en el puente sobre la Gave de Ossau ya emprendemos una larga aventura que tendrá su final más de dos horas después, en la mayor parte de los casos. Cuando dejamos a nuestra izquierda la desviación hacia el Col d’Aubisque nos queda una cierta sensación de envidia ante uno de los colosos del Tour. Sinceramente, desde nuestro punto de vista, este puerto que estamos describiendo no tiene nada que envidiar al mítico col vecino, ya que a nosotros se nos hace tan duro (lo que demostraría que el Coeficiente de Dificultad no es algo infalible) y el paisaje nos resulta más atractivo. Pero ya sabemos que sobre gustos… El paso por el túnel que da acceso a la garganta supone la entrada a un nuevo valle pirenaico, todavía muy cerrado entre rocas. En la localidad termal de Les Eaux-Chaudes (“aguas calientes”) pasamos el Puente del Infierno que ya nos avisa de lo que nos aguarda a quienes osemos seguir adelante. Tras dejar atrás la Central Eléctrica de Miegebat y un par de áreas de descanso llegamos, pasado Le Soussoeu, a un tramo de dos kilómetros en el que la dureza se hace claramente presente al superar en esos dos mil metros dos curvas de herradura que otorgan cierta novedad a la escalada. Una nueva zona de herraduras al pasar Gabas va haciendo mella en nuestras piernas y deberemos remontar en el siguiente tramo el muro de la presa que retiene las aguas del Lago de Fabrèges. Disfrutemos ahora del descanso que supone pedalear en paralelo al embalse en dos kilómetros prácticamente llanos y que ponen a nuestra disposición unas auténticas duchas naturales en las múltiples caídas de agua en la roca de la derecha. Mil metros adelante, al dejar a la izquierda el cruce hacia la Estación Invernal de Artouste-Fabrèges, entramos ya en un nuevo reino: la Alta Montaña Pirenaica. Una barrera con sus carteles explicativos nos avisa del riesgo de aludes en época de nevadas y da paso a los diez últimos kilómetros de este puerto que mantienen un paisaje espectacular: praderas junto al río que desciende por la derecha, carretera rectilínea que asciende en paralelo al curso fluvial, cabañas dispersas que le dan al conjunto un especial encanto, túneles que nos refugian momentáneamente de los rayos del sol, cascadas que incluso pasan sobre nuestras cabezas en alguno de esos túneles, y muy pocas sombras en general aunque algún pequeño bosque de pinos sí nos ofrece su protección de ciento en viento. A lo largo de esos kilómetros vamos llegando al fondo del circo y la pendiente media se ha situada muy cercana al 7%. Cuando la ruta rompe su trazado rectilíneo para comenzar a trazar sucesivas curvas ya podemos empezar a confiar en que el final está cerca. Ahora deberemos disfrutar de las grandes cimas que han acompañado nuestro esforzado pedaleo y en especial de la grandiosa mole del Midi d’Ossau que preside todo este reino pirenaico. Al amparo de su protección rocosa conseguimos finalmente coronar el puerto en el mismo paso fronterizo antes de adentrarnos en tierras oscenses. Pero quizás convenga detenerse un momento en la cima para esperar a los compañeros y gozar del éxito conseguido.
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