Localización: A la entrada de Ramales de la Victoria, tomamos la CA-261 hacia Arredondo. El inicio lo encontramos medio kilómetro después de cruzar el Asón, en el barrio de Veares, escondido tras una casa. Hay que ir atentos, ya que pasa desapercibido y no hay indicación alguna. |
Especificaciones: Carretera asfaltada de anchura variable pero siempre por debajo de los cuatro metros, sin ningún tipo de señalización. El estado del firme, bastante aceptable en general aunque con algo de gravilla en algunas zonas. En el último kilómetro y medio la carretera se estrecha pero el firme sigue en buen estado. Sombras repartidas a lo largo de la ascensión y tráfico inexistente. |
Fuentes: No las hay durante la ascensión. Conviene aprovisionarse en Ramales. Hay una fuente en el mismo cruce hacia Arredondo. |
Descripción: Ramales de la Victoria es una bonita localidad situada en las riberas del Asón y rodeada de escarpadas montañas. Su “coletilla” de La Victoria no se debe, como ocurrió con unas cuantas poblaciones españolas, a contiendas de la Guerra Civil española, sino que viene de más atrás y se refiere a la dura batalla en la que Espartero venció a los carlistas en 1839 y por la cual recibió el título de Duque de la Victoria. En esa batalla muchas casas señoriales quedaron asoladas pero Ramales aún conserva bellas casas de indianos. Es un paraíso para el senderismo, la espeleología (las cuevas cercanas son de fama mundial por sus pinturas rupestres) y cómo no para los amantes de las dos ruedas que gustan de los puertos de montaña. Desde la misma localidad podemos acceder a colosos como Los Tornos por dos vertientes o La Sía-Picón Blanco por un par de rutas que enlazan con la habitual en el Collado del Asón. Tenemos Ubal en dirección a Bizkaia y un sin fin de ellas menores (menores porque son menos conocidas pero de dureza considerable) como ésta que presentamos. Y es que estamos ante uno de esos pepinillos envenenados que tan celosamente esconde Cantabria. A pesar de que, si exceptuamos el último kilómetro y medio, es puerto de paso, se trata de una ascensión bastante poco frecuentada, sobre todo por esta vertiente. Probablemente se deba a que hasta 2010 era en gran parte una pista de tierra y a que su tremendo inicio asusta al más pintado. Nada tiene que ver con la otra vertiente que presenta un perfil mucho más regular y una pendiente considerablemente menor. Por este lado vamos a tener que sufrir de lo lindo, aparte de ir con un desarrollo adecuado porque en caso contrario más de uno se va a dar la vuelta al ver el terrible muro que se le viene encima. Situándonos en el punto de inicio ya comentado, deberemos llevar todo el desarrollo metido porque en apenas veinte metros ya estamos por encima del 20%. Va a ser casi un kilómetro al 17% de pendiente media, sin ningún tramo para recuperar, que va a poner a prueba nuestras piernas y nuestra voluntad. La pendiente nos da un respiro poco antes de finalizar el primer kilómetro, para ponerse de nuevo seria mediado el segundo y seguirá así hasta casi finalizar el tercero, con lo más duro en su parte final. Son 600 metros al 15% de media que si bien no es lo del inicio, lo notaremos en nuestras castigadas piernas. Y sin solución de continuidad, iniciamos un largo descenso, hasta que al inicio del séptimo kilómetro nos encontremos de nuevo con rampas importantes. No tienen nada que ver con las que hemos dejado atrás ya que son más cortas y menos pendientes, con tramos intercalados de descanso. Aún así llegaremos al 18% al llegar a Sierra Alcomba con su ermita de San Bernabé. Poco después coronamos, pero para darle un poco más de picante, tomamos una carretera asfaltada a la derecha, sin indicación alguna. Poco después vemos una señal que indica el pomposo nombre de Mirador de las Catorce Canales. Así que seguimos ilusionados pensando en disfrutar de unas buenas vistas. Aún tendremos que superar alguna rampa por encima de los dos dígitos, hasta que la carretera pasa a ser pista de tierra junto al supuesto mirador. Porque todo lo que podemos ver, junto al panel descriptivo de las vistas, es una mata de maleza y un cerrado pinar a dos metros de nuestras narices. Para llorar, vamos. ¡Revilla, acércate por allí y dale una colleja a alguno, que la tiene bien merecida!. |
Mapa situación: |
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