Localización: En el cruce de San Prudencio, a mitad de camino entre Bergara y Mondragón, tomamos la GI-2630 hacia Oñati. Km y medio después, encontramos una rotonda, donde vamos a la izquierda hacia Zubillaga (señalizado). Tras cruzar una zona industrial, entramos en el barrio a través de un puente de moderna factura sobre el río Oñati. Justo antes de cruzar un segundo puente (antiguo), nace a la izquierda una estrecha carretera, junto a diversos contenedores de residuos. Ahí se inicia el ascenso. |
Especificaciones: Carretera con menos de tres metros de anchura y sin ningún tipo de señalización. En los primeros 300 metros hay un par de tramos con firme de hormigón un tanto rugoso. A partir de ahí, sorprendentemente pasa a estar asfaltado, en perfectas condiciones. Así que el piso no va a ser disculpa para no enfrentarnos a esta “pared”. Por suerte, las sombras son continuas, salvo alguna pequeña tala en 2020 y el tráfico limitado a los habitantes del caserío. |
Fuentes: Solo hay una al final, tras rebasar el caserío, que da servicio a un abrevadero. En verano tiene poco caudal, pero el agua es fresquísima. Como a buen seguro vais a tener que echar más de un trago durante el ascenso, mejor aprovisionarse antes de acometer la ascensión. |
Descripción: Esta ascensión, absolutamente desconocida para la mayoría de ciclistas (es difícil dar con ella), es probablemente la pared asfaltada más tremenda que te puedas encontrar en Euskadi. Y hasta nos atreveríamos a decir que difícilmente encontraremos otra en la península que tenga un km completo asfaltado al ¡18,6%! de pendiente media, que es el tramo que encontramos entre el km 1,4 y el 2,4. Diríamos que un tercer plato es imprescindible, pero tras ver subir a un colega con “compact” y sin echar pie a tierra, tenemos nuestras dudas. Aunque el perfecto firme ayuda, otros, con tres platos, tuvimos que hacer alguna “paradinha técnica” para recuperar el pulso y poder continuar. Esta carreterilla, que no nos permitirá culebrear para aminorar la pendiente, lleva al caserío de Askazubi, enclavado en un altozano con unas espléndidas vistas. Parece ser un edificio muy antiguo (aunque evidentemente muy reformado), a juzgar por la fecha que aparece en un aplique de cerámica a la entrada del “baserri” en el que aparece el año de 1464. Sin embargo, no hemos encontrado referencias sobre dicho caserío que aporten algún dato histórico sobre el mismo. Yendo con el ascenso en sí, a 50 metros del inicio, tenemos que seguir por la derecha, dejando el camino que sigue de frente. Entramos ya de lleno en un cerrado pinar, que solo se abrirá al final, en los prados que rodean el caserío. Hasta llegar al km 1,1 nos habrá parecido una ascensión muy dura, con un par de puntos en el que rebasamos el 20%. Pero aunque dura, no es nada para lo que nos espera, algo realmente inhumano. A partir del punto citado, nos esperan otros 1.200 metros donde no bajaremos del 16% de pendiente. Bueno, sí hay un mínimo punto al 11% en el km 1,3 junto a una cabaña, que nos permitirá levantar la cabeza para ver un largo trecho del inicio de más de trescientos metros a casi el 20% de media. Fijamos la vista en el suelo, como no queriendo ver más y solo la levantamos cuando llega alguna curva, con el deseo de que decrezca la pendiente una vez rebasada. ¡Vana esperanza!. El corazón se nos sale del pecho, y estas rampas parecen no tener fin. Acabado el segundo km, vemos una curva a la derecha donde sí parece que la pendiente se suaviza. Pero ¡horror! resulta que es una herradura que nos mete en un tramo aún mucho más duro. Ni se nos ocurrió medir la pendiente por el interior de dicha curva, ya que rebasará el 30%. Como podemos, superamos casi 200 metros por encima del 20% (con un máximo del 24%) y tras otra herradura llegamos ¡por fin! a un corto descansillo al 12% (y que esto nos parezca un descansillo). Nos esperan otros cien metros al 20%, pero ya olfateamos el final que vemos un poco después, tras llegar a un pequeño llano desde donde damos vista al caserío y enfrentamos la dura rampa final que alcanza el 22%, pero que no nos parecerá tanto ante el inminente final del calvario. Ya solo queda refrescarse en la fuente, recuperar el resuello y admirar las vistas. Ascensión dura, pero que muy dura. Y precaución en el descenso, porque la carretera es estrecha y con poca visibilidad. Hay que hacerlo despacio, aunque las llantas se pongan al rojo (alguno paró a refrigerarlas con el agua del botellín).
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Mapa situación: |
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