Localización: La GC-210 parte de La Aldea de San Nicolás, al este de la isla de Gran Canaria, para remontar el barranco de La Aldea hasta la altura del embalse del Parralillo. Ahí tomaremos a la derecha la GC-606 hasta alcanzar la GC-60 que tomaremos a la derecha para coronar en unos centenares de metros. |
Especificaciones: Carretera muy estrecha y de suelo irregular, en la que es muy difícil encontrarnos con algún vehículo salvo en días festivos. Las sombras son inexistentes. |
Fuentes: Desconocidas: más vale ir bien provistos que la empresa lo merece. |
Descripción: La Aldea de San Nicolás está cercada en sus límites norte y este por acantilados y barrancos y se alarga de norte a sur en una irregular franja costera de 33 km. Se trata de una costa considerablemente accidentada, alta, rocosa y con playas o pequeñas calas que se corresponden con las desembocaduras de barrancos o barranquillos. Esta disposición de formaciones volcánicas viene desarrollando un proceso erosivo hasta la actualidad. Se trata de una unidad geomorfológica de gran belleza paisajística y de un extraordinario interés científico, ya que está situada en la parte más antigua de la Isla. El cultivo del tomate es la principal actividad del municipio, que cuenta con uno de los barrancos que reciben más caudal de la isla, puesto que acoge el cauce de la cuenca de Tejeda donde se ubican varias de las presas de mayor capacidad de la isla. Estos parajes pueden ser visitados a lo largo de una espectacular ruta por carretera: la que os invitamos a recorrer. Para algunos el Carrizal de Tejeda, para otros La Hoya de la Vieja, en tanto que La Titánica opta por su nombre más escalofriante: el Valle de las Lágrimas. El propio Perico Delgado, participante en dicha marcha, lo sufrió en sus piernas. Así que ya sabéis: si un ganador de Tour dice que es un puerto que merece un hueco en La Vuelta… por algo será. Partimos de un puente sobre el barranco de la Aldea, a las afueras de la localidad,, para adentrarnos de inmediato en profundos desfiladeros, rodeados de los impresionantes riscos de un paraje fantasmagórico. La sensación de soledad, que produce el verse en el barranco sobre el que vamos ganando altura poco a poco al principio y con rampas exageradas en las herraduras abalconadas del Km 3 después hasta alcanzar el embalse del Caidero de la Niña, está más cerca del espanto que del miedo. Es verdad que la soledad te regala libertad, pero solo a veces, porque otras te deja como desamparado. Y es que ni el móvil tiene cobertura en sitios así y ni un solo rastro de seres humanos. Ese kilómetro que tiene su inicio en el Km 9 para remontar en continuas herraduras la presa de un nuevo embalse, el de El Parralillo, nos hace tomar conciencia, ahora sí, de que la empresa no iba a resultar sencilla. Por lo menos el paisaje se va ensanchando y conseguimos ver el inmenso cielo. A partir del cruce próximo, más nos valdrá arrancar frescos para enfrentarnos a las terroríficas rampas de esos 2 km, que alcanzan un máximo del 19%. Tras el tremendo calentón, al llegar al caserío de El Carrizal se experimenta la sensación de que aún queda vida en estos recónditos parajes, si bien continuamos sin ver a nadie. Aunque ante las nuevas rampas que van apareciendo -alguna con el 2 por delante- la soledad vuelve a acompañarnos en esos 3 km sobrecogedores hasta dejar atrás El Toscón. El espectacular mirador sobre el Barranco de Siberio con el Risco Palmés casi al alcance de la mano será mejor que lo visitemos a la vuelta. Ya únicamente nos quedan 5 km para coronar y sabemos que no son tan exigentes: para eso están las altimetrías. Al alcanzar el mirador de la Degollada del Humo (¡vaya nombrecito!, ¿eh?), damos vista al punto final de la escalada. Tras una corta bajada, solo nos resta un kilómetro para finalizar nuestra aventura de “lobos solitarios”. |
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