Localización: En una rotonda en la CV-753 junto al Castillo Medieval de l’Alfàs del Pi, parque temático famoso por sus torneos medievales y pasadizos del terror, hallaremos una señalización a Serra Gelada. Tomamos ese Camino de la Barrina, que nos enfila hacia dicha alineación montañosa, atravesando un área de piscinas y pistas de tenis. En el Km 1,2, con una Estación de Aguas a la derecha, cogeremos el camino del Repetidor hacia la izquierda, en dirección a una Yeguada. |
Especificaciones: Carretera asfaltada, salvo un corto tramo de hormigón para poder superar (quien lo consiga) la rampa más dura, de suelo algo irregular. Estrecha, apenas 3,5 m al inicio, y aún más al tomar el Camino del Repetidor. Las sombras no ayudan al ser bastante escasas y de poca frondosidad. El estado del suelo se ha ido deteriorando en exceso a lo largo de los años a pesar de que su uso está restringido a los vehículos a motor, con lo que lo más recomendable es recurrir a una gravel o una BTT, y en cualquier caso utilizar neumáticos de mayor anchura. |
Fuentes: ¿Fuentes? ¿Qué fuentes? Y aunque hubiera alguna, ¿quién se iba a parar a coger agua y subirse de nuevo a la bici? |
Descripción: En plena aglomeración urbanística de la Costa Blanca, donde los turistas de todo el mundo buscan casi con desesperación la playa, esta "Sierra Helada" se nos aparece como una formación rocosa litoral de 6 km de largo y porte majestuoso si se la observa desde Benidorm o la propia Alfaz del Pi. Conocida con nombres diferentes según quién la llame: para los "terrestres" es la Serra Gelada; para los marineros, en cambio, las Peñas del Albir o de los pozos (del árabe).
Cuando pedaleamos –con miedo, por supuesto- junto al Club de Tenis, quien más, quien menos, todos pensamos por qué nuestro deporte ha de ser tan sacrificado. Ese primer kilómetro nos pone aún más sobre aviso, por cuanto su pendiente media apenas supera el 3% hasta que tomamos el camino del Repetidor. Nueva tentación, ahora en forma de Yeguada, para que sigamos creyendo que igual nos hemos equivocado de deporte. Para entonces ya las rampas se están acercando peligrosamente al 10% y enseguida iremos notando cómo la pendiente aumenta a ritmo vertiginoso. Cuando ya empezamos a pensar en meter todo el desarrollo del que dispongamos (cuanto más, mejor), la visión de una puerta metálica que cierra por completo el paso, nos impide ver con claridad lo que encontraremos al otro lado. Deberemos sortearla saliéndonos al bosque, bicicleta en mano, y luego, claro, a ver quién es el guapo que es capaz de ponerse de nuevo a dar pedales a la primera. Y es que al otro lado de la fatídica puerta la rampa ya supera con claridad el 15% y en apenas unos metros el mortal 2 será el dígito que encabece las cifras de pendiente. En la primera curva izquierda estamos al 24% y al iniciarse el tramo de hormigón ya sabemos que deberemos sacar de nuestras piernas todo lo que lleven dentro: la rampa máxima que nosotros logramos medir fue del 30%, pero no nos atrevemos a asegurar que no sea aún mayor. Benidorm nos contempla en silencio (como si no tuviera otra cosa que hacer…) y nosotros continuamos con nuestro agónico pedaleo para trazar una herradura a la izquierda, con una caseta al lado contrario. Si alguien pensaba que ahí se acabaría el martirio, que salga de su error: durante 500 m más las rampas no bajan del doble dígito, completándose así un tramo terrorífico de 700 m al 22,1% de pendiente media. Si alguien, como nosotros, llega hasta aquí con San Fernando, que aproveche ahora para montar de nuevo en el caballo metálico si quiere decir que llegó a la cima en bici. Incluso una ligera bajada, con una charca a la derecha, nos permitirá recuperar ese aliento que deberemos expirar con fatiga en las últimas rampas (menos mal que con un descanso entre ellas) por encima del 20%. Si al llegar junto a la antena decidimos, tras recuperar la respiración, encaramarnos a lo alto de la montaña en busca del vértice geodésico, quizás a alguno le entre la tentación definitiva: dar un salto mortal de más de 400 m de altura para zambullirse para siempre en las azules aguas mediterráneas o estrellarse en pos de la inmortalidad contra las rocas del acantilado. ¿No hay un refrán que dice: “coronar Serra Gelada y morir”? Pues debería haberlo. |
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