Localización: En la localidad de Campillo de Adentro, a la que nos habremos tenido que desviar desde la N-232 que se dirige de Cartagena a Mazarrón, se inicia esta ascensión. |
Especificaciones: Con una anchura de unos 4 m y sin señalización horizontal, esta carretera local algo botosa no nos ofrece ni una sola sombra para evitar el sofocón en los días tórridos del verano murciano. |
Fuentes: No hay sombras, pero tampoco agua. ¡Ojo al parche! |
Descripción: El tramo montañoso comprendido entre La Azohía, precioso enclave costero, y el Cabo Tiñoso delimita un litoral abrupto de enorme belleza paisajística. Sus imponentes acantilados se alzan de forma espectacular desde las grandes profundidades marinas hasta alcanzar alturas sobre el nivel del mar de más de 200 m. Si además tenemos la suerte de contemplarlas “bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular”, ¡quién no va a dejarse llevar por los sueños más hermosos! Y es que en verdad es para soñar el imaginar lo que podía haber sido la costa mediterránea si la voracidad humana no la hubiera dejado reducida a una continua sucesión de pueblos y urbanizaciones a cual más dañina con la Naturaleza. Pero esa continuidad se rompe, ¡menos mal!, en este entorno paradisíaco del Cabo Tiñoso, gracias al papel que la guerra ha tenido en la cruel historia humana. Cartagena, la ciudad de Asdrúbal, siempre ha sido un punto crucial del litoral español y exigía, ya en tiempos modernos, una defensa más poderosa que los cañones de los buques enemigos. Pero los cañones no se mantienen solos: necesitan una guarnición completa, con artilleros, intendencia, vigilancia, logística, transmisiones, lo que ha supuesto la permanencia constante de miles de soldados, oficiales y jefes desde la construcción en la Dictadura de Primo de Rivera de esta batería de Los Castillitos. Hoy en día, Cabo Tiñoso es un paraíso paisajístico, un lugar de recreo para la vista asombrada de los pocos turistas que hasta aquí se acercan. Antes, al pie de los grandes cañones, una fachada de piedra rematada de almenas daba paso a los subterráneos en los que se almacenaba la munición, a los talleres, a las oficinas y a los puestos de observación, protegidos por viseras descomunales. Pero un buen día, el Ejército decidió abandonar el lugar, las garitas se quedaron vacías, desaparecieron las barreras y los puestos de guardia, y el enemigo no hizo acto de presencia. ¡Qué sinsentido para miles de soldados que dejaron aquí su juventud vigilando un litoral en el que sólo se ven hombres-rana dispuestos a mirar el fondo marino, despreciando la inexpugnable fortaleza del Cabo Tiñoso! Pues bien, desde el solitario valle de desperdigadas casas en el que iniciamos la ascensión al punto más alto de este enclave geográfico, ese Cerro de los Siete Cucones, no van a llegar ni a cinco los kilómetros de una subida no demasiado exigente sino fundamentalmente espectacular. La única zona de cierta dureza es la final, que se dirige a las antenas de lo alto al dejar la carretera que desciende a Los Castillitos. Bien merece la pena salvar esa rampa al 14% que nos va a permitir la contemplación de un panorama magnífico sobre la línea costera. Y después, haciendo caso omiso al viejo cartel de “Prohibido el paso. Propiedad Militar”, nos dejaremos caer hacia el antiguo bastión defensivo para agradecer a la OTAN que lo haya visto innecesario. La ganancia resulta infinita y nos permite, ahora sí, soñar…mirando al mar.
|
Mapa situación: |
|
Vídeo: |
|
|
|
© |
|