CASTELLÓN DESIERTO LAS PALMAS-MONTE BARTOLO
Benicassim
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Altitud: 726 m Distancia: 10,33 km Desnivel: 704 m Pendiente Media: 6,61 % Coeficiente: 173
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CS03
Desierto Las Palmas-Monte Bartolo




Fotos cortesía de ZIKLO


Localización: En la localidad costera de Benicassim, en una rotonda, debemos abandonar la N-340 que se dirige a Castellón para tomar a mano derecha la CV-147 hacia el Desert de Las Palmas. Al llegar al Monasterio Nuevo cogeremos de nuevo a la derecha por una pista asfaltada que asciende a la cima del Monte Bartolo, tras pasar una puerta metálica.
Especificaciones: El inicio es de perfecto asfaltado y con señalización horizontal. Pronto va a estropearse la carretera pero sigue en buenas condiciones hasta el Monasterio del Desierto de las Palmas. Al entrar en la pista del Bartolo el suelo se vuelve mucho más rugoso, con algunos baches enormes que van a entorpecer nuestra escalada. En el tramo final hay un tramo arenoso y de piedra suelta pero que puede ser superado sobre la bicicleta. Las sombras abundan en esa zona final y el tráfico, escaso hasta el Monasterio, desaparece por completo en la pista final.
Fuentes: Hay una en un parque infantil a la derecha, junto a la rotonda inicial. Otra en el Km 7 también a mano derecha, frente a la Cruz de Sant Josep y el Mirador sobre el Monasterio Viejo. Ninguna en el tramo final de ascensión hasta la cima.
Descripción: La elección por parte de la Orden del Carmen de este lugar privilegiado sobre La Plana castellonense como lugar de asentamiento de uno de sus "Desiertos" nos ha otorgado a los aficionados a la bicicleta la ocasión de disfrutar de uno de los más bellos enclaves de la Comunidad Valenciana. Los "Desiertos" eran lugares deshabitados donde los carmelitas pretendían recuperar el carisma original de la orden: la vida cenobítica acompañada de un espíritu eremítico del que hablaremos más tarde, ya en la cima del monte que lleva el nombre de uno de los monjes de la orden, Bartolo.
Los casi 8 km hasta acceder al Monasterio Nuevo han sido escenario de diferentes episodios ciclistas en varias Vueltas a España, en la que aparecían considerados como un puerto de 2ª categoría. Y, en efecto, se trata de una subida muy llevadera y atractiva en la que se va ganando paulatinamente en altitud y vistas sobre el mar Mediterráneo, mientras vencemos primero un trazado rectilíneo que se adentra en el barranco de la montaña y, posteriormente, una serie de herraduras que nos permiten superar su ladera hasta que llegamos a un collado desde el que podremos dirigirnos hacia el barranco de Miravet. Todo ese tramo de la subida vamos a sentir la compañía de numerosos colegas de afición, protegidos todos por los carteles de "Respeto a los ciclistas" que ya quisiéramos encontrar en otras rutas. La vegetación y los bancales escalonados dan el toque mediterráneo a nuestro pedaleo, todavía placentero. Alcanzamos un descanso poco antes del Mirador sobre el Monasterio Viejo, de finales del siglo XVII, y desde ahí el llegar al construido cien años más tarde y aún en uso será coser y cantar. Una moderna escultura de la Virgen a nuestra izquierda nos va a venir al pelo para pedir ayuda al Cielo si queremos acabar con bien la empresa que nos aguarda a partir de ese punto.
La puerta metálica que marca el inicio del calvario bien puede convencer a los menos animosos para justificar su sentido común de esperar en este lugar a los más locos que osen seguir adelante: "las puertas nunca son buenas". La pista que acabamos de tomar es ya muy estrecha y el estado bastante lamentable de su asfaltado, con enormes socavones en algún tramo, aumenta en grado sumo la ya de por sí tremenda dureza de la escalada. Por lo menos así estaba cuando pasamos por aquí hace ya más de una década; y nadie nos ha dicho que se hubiera reparado. En algún tramo se supera el 20% con lo que deberemos apretar de lo lindo sobre los pedales si no queremos perder la vertical. Llegaremos primero a la Cruz de Bartolo y luego, dejando una antena a la izquierda, entramos en la última recta del infierno, en la que el suelo aún se estropea aún más para dar paso a la Ermita de San Miguel Arcángel, del siglo XVIII, y con unas vistas magníficas de las que solo dejaremos de disfrutar en los días de niebla, que no escasean en estas alturas. A pocos metros de este lugar es donde realizaba penitencia en una cueva el monje Bartolo, que ha dejado su nombre a este paradisíaco entorno, presidido hasta la Guerra Civil por una gran Cruz. A nosotros nadie nos va a poder exigir más penitencia que la que nos ha supuesto el llegar hasta aquí. Y el bueno de Bartolo ya puede descansar en paz, como haremos algunos en cuanto encontremos un buen colchón, ¿verdad?
Mapa situación:

 
 Vídeo:
 
 
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