Comentario: Afrontar un puerto de más de 30 km. de longitud y 2.000 m. de altitud siempre merece un respeto, aunque se trate de uno tan tendido como es el puerto de Escúllar por esta vertiente norte, que arranca en Caniles.
Desde luego una pendiente media del 3,8% no asusta a nadie, sobre todo cuando la máxima no supera el 10%, pero más de una hora ascendiendo siempre supone un buen desgaste incluso al más dotado de los escaladores.
Iniciamos la ruta en el río Guadalopón junto a la granadina localidad de Caniles, como decíamos. Mas ni siquiera hemos de adentrarnos en el pueblo, sino que lo esquivamos por el Este en un primer km. que podríamos calificar como “exigente” a tenor de las caracterísiticas del puerto.
Estas primeras estribaciones son destacables principalmente porque la carretera asciende junto a una garganta a nuestra izquierda, barranquillo que perdemos de vista en el momento en que la vía se hunde literalmente entre taludes de tierra. Lo atractivo, por inusual, da paso a la más absoluta desolación: cuando la carretera emerge, ante nosotros se prolonga una larguísima recta que se antojaría interminable de no ser porque donde termina nuestra mirada se yergue majestuosa la Sierra de Baza.
Hasta el ciclista más pizpireto acabaría por desesperar ante semejante panorama. Si tan siquiera hubiéramos coincidido con la época florida del almendro, los jóvenes ejemplares de este frutal que en multitud cubren las primeras estribaciones de la sierra adornarían el paisaje haciéndolo más grato.
Siempre nos queda el consuelo de que podría habernos ido peor si el viento soplara de cara. Además, dentro de la exigua entidad que alcanzan las rampas del puerto, resulta que circulamos por uno de los tramos más suaves, ya que en estos primeros 10 u 11 km. pocas veces las afrontaremos superiores al 5%. Sólo de vez en vez un repecho más empinado de lo habitual, coincidente con algún cambio de rasante, o una curva vienen a romper la monotonía inicial, mientras que un vistazo atrás nos muestra la Hoya de Baza y las diferentes sierras que la rodean.
Mas al mediar el décimo kilómetro, la pendiente de la cuesta se va a elevar levemente situándose siempre próxima al 5-6% hasta coronar el collado de los Perdigones allá por el km. 22 a la par que se va a porducir un cambio significativo en el entorno que nos rodea.
Paulatinamente, a medida que nos vamos adentrando en las entrañas del Parque Natural de la Sierra de Baza hace acto de presencia otro tipo de vegetación: una buena extensión de matorral termina por ceder su sitio a ingentes masas de pino que trepan monte arriba.
Quizás es la principal diferencia entre esta vertiente y la de Abla, ya que en ésta dominaba el desierto primero, las encinas -ya bien arriba- después, y tan sólo en las cotas más altas aparecían los pinos. Y es este árbol precisamente el emblema del Parque Natural, ya que existen en sus confines bosques relictos de pino silvestre.
No será extraño tampoco cruzarse con algún que otro ejemplar de cabra montés o de ciervo, algunos de los mamíferos que campan a sus anchas al abrigo del espacio protegido y que, habida cuenta del escasísimo volumen de tráfico que soporta la carretera, no sienten reparo alguno en atravesar por donde les place. Los cielos, por su parte, suelen estar dominados por el vuelo de rapaces de pequeño y gran tamaño.
Es esta zona la que más se disfruta del puerto: constante curveo, valles profundos, cumbres nevadas, frondosa vegetación… todo hace del entorno un lugar sobrecogedor. Incluso la pendiente se ha acentuado sin tornarse gravosa. Casi sin percibirlo coronaremos varios collados, unos situados en el cruce de alguna pista de tierra, otros en altillos, hasta que la presencia de las balizas de nieve –cuando no la nieve misma-, claro indicio de la altitud que hemos ganado, nos advierte de la proximidad del antes mencionado Collado de los Perdigones (1.858 m.).
Desde aquí el ascenso torna nuevamente irregular. Repechos y descansos se suceden en una carretera cada vez más desgarrada por las inclemencias de un clima severo y por el claro abandono a que está sometido el puerto por esta vertiente y buena parte de la otra.
Pero lo que no nos va a abandonar en toda la subida es la inmensidad del paisaje: el Calar de Santa Bárbara aún nevado se descubre como la cumbre más elevada de esta sierra. Tal vez por ello, la Santa que es patrona de Baza da nombre a los 2.269 m. del pico más alto de la comarca. En la vecina sierra de los Filabres, por su parte, se distinguen la Tetica y las blancas cúpulas del Observatorio de Calar Alto. Al Norte, las sierras de Cazorla, Segura y las Villas nos escoltan. Descuella más hacia el Este el pico de la Sagra con su inconfundible mole rocosa piramidal y, aún más abajo, también mirando al levante, la Sierra de las Estancias. Cualquier recodo de la carretera resulta un improvisado mirador.
Tras un falso llano que incluye incluso un breve descenso, un último par de kilómetros se empeñan en demorar nuestra conquista. Hace un rato que rodamos por encima de los 1.800 m. de altitud, sin embargo aún queda un último tirón hasta los 2.036 m. a que se corona el puerto. Antes, tendremos que abandonar la provincia de Granada para introducirnos en la de Almería. Esto ocurre en un alto próximo al pico Padilla, con cuyo nombre también se viene denominando este puerto.
No obstante, tras un nuevo y corto descenso, una última rampa al 8% entre un frondoso pinar nos acaba situando en la recta final donde, tras una hora larga de escalada, hacemos cima en una cota ligeramente más elevada que la de la linde provincial. Aquí, la visión de la costa almeriense y de la nieve de las cumbres de Sierra Nevada nos reconforta casi tanto como el incipiente y grato pensamiento de desandar todo el camino andado o de descender por su no menos atractiva
vertiente sur.
Fotos:
El río Guadalopón ve iniciar el puerto:
El camino que hay que seguir está claro:
El principio, junto a un barranquillo, promete:
Al punto la carretera se hunde entre taludes:
Al emerger tan sólo nos aguardan largas rectas… Y la probable presencia de la nieve en la carretera:
Tras de nosotros se levantan montañas de más de 2.000 m.:
Unos cambios de rasante, tras alguna curva, rompen la monotonía:
Tras varios km. de “falso llano” comienza a cambiar la vegetación tímidamente:
Y ello se une al inicio del segundo tramo del ascenso, que es el más duro:
Aumenta la sensación de estar escalando un puerto de montaña:
Atrás destaca la efigie del Pico de la Sagra:
Y el Calar de Santa Bárbara conserva nieve de las
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