Localización: En la primera entrada a la derecha al llegar a Isaba, atravesamos un puente y tomamos otra vez a la derecha para dirigirnos al Parque Municipal de Bomberos. Luego tomaremos la segunda pista a la derecha, de tierra, con un mapa explicativo de sendas montañeras y un cartel de prohibido el paso a vehículos no autorizados, si bien nosotros no podremos utilizar esa disculpa.
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Especificaciones: Se trata de una pista hormigonada en perfecto estado, aunque conviene tener cuidado con la pinocha que desprenden los árboles que la cubren por completo, librándonos del “martirio” solar de ciertos días. Los 500 m iniciales son de tierra, pero pueden superarse sin dificultad en nuestras flacas. ¿Tráfico?: ¿quién va a ser el que se atreva a meter su coche por estas paredes?
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Comentario: En el listado de puertos CIMA los hay de todo tipo, aunque no abundan los que discurren por pistas de hormigón, salvo que estén en condiciones de ser utilizadas en bici de carretera. Esta ascensión es, sin duda, una de las más duras de todas ellas, probablemente la que más. Sólo con ver su coeficiente de 368 y comparándolo con el de Lagos de Covadonga (278 en 14 km), el Tourmalet (318 en 17 km) o el mismísimo Gavia (352 en 21 km), a más de uno se le pondrán los pelos de punta ante semejante monstruo de menos de 5 km. Y si pensamos que, aplicándole el Coeficiente cada 100 m, éste supera incluso los 400 puntos, alguno dirá (conocemos a varios): “ya me han visto”. Sin embargo, como tantas cosas en esta vida, todo es cuestión de mentalización, desarrollo, costumbre, técnica, valentía y…locura, mucha locura. De todas maneras, son muchos los “locos” que año tras año compiten en la carrera que asciende a este “Pico del Camino de las Ovejas” (traducción literal de su nombre en euskera) y que se organice en el ayuntamiento de la bellísima localidad roncalesa de Isaba. Y hasta hay quien consigue llegar arriba en menos de 30’, lo que está al alcance de muy pocos. Lo normal es hacerlo en el doble de tiempo para quienes no vamos a competir más que con las propias rampas del coloso y nuestro propio ego. Como os decimos, si el desarrollo es el adecuado (el triple plato es preceptivo), la subida te permite recuperar el aliento siempre que no intentes ganar a nadie, sino sólo a la montaña. A las rampas más duras –varias por encima del 20%-, les siguen zonas mucho más asequibles que permiten retomar un ritmo normal de respiración. Eso sí, la pendiente media de cada kilómetro va ganando en intensidad a medida que nos acercamos al final y las panorámicas vistas sobre el valle son cada vez más amplias y espectaculares, en las escasas zonas en las que el bosque se abre para permitir esa ligera y agradable distracción…para los que puedan. Los organizadores de la prueba nos han señalizado con números correlativos cada una de las curvas de herradura y vaguada, hasta llegar al fatídico nº 13, que es donde me imagino que habremos sido muchos los que, por superstición y nada más que por superstición, hayamos preferido echar pie a tierra para vencer esa diabólica rampa final de casi 200 m que sucede a la última de dichas curvas y enfila definitivamente hacia la antena del pico. Incluso justo antes de ese lazo final el hormigón aparece descarnado, dificultando en grado sumo el pedaleo: ¡qué mejor disculpa ante los colegas! Aunque la verdad es que no nos hace falta ninguna: sólo por el hecho de habernos atrevido con semejante reto, ya nos mirarán como “casos perdidos” de insensatez cicloturista.
Fotos:
Los primeros 500 m. están sin hormigonar.
Aquí giramos a la derecha y cogemos la pista hormigonada.
Subimos trazando curvas y afrontado importantes pendientes.
Coronamos junto a la antena y la caseta.
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