Especificaciones: Carretera recientemente reasfaltada y, por tanto, en excelentes condiciones. De unos 5 m. de ancho, cuenta con completa señalización.
Al hallarse en umbría encontraremos bastantes tramos sombreados, aunque dependerá de la hora del día y la estación del año.
El volumen de tráfico es exiguo.
|
Comentario: Cuatro son las posibilidades que tenemos para acceder a la bellísima localidad de Obejo y, por encontrarse ésta sobre un elevado cerro, todas en ascenso. La que presentamos ahora se inicia en el río Cuzna y resulta ser la que entraña mayor dificultad para el aficionado cicloturista.
En primer lugar nos llama la atención el topónimo “Obejo” escrito tal cual. Ello se justifica, con toda probabilidad, por el hecho de que siglos atrás la norma lingüística no distinguía entre el uso de b y v en la escritura. No se trata, pues, de ningún error ni despiste.
No debemos dejarnos engañar por ese cómodo inicio al fondo del valle, en el precioso paraje que conforma la junta de los ríos Cuzna y Gato, pues muy pronto, cuando dejemos a nuestra derecha el desvío hacia Pozoblanco y un cartel nos dé la bienvenida a la bellísima mancomunidad del Valle del Guadiato, la tendencia ascendente de la carretera se irá incrementando paulatinamente.
El caso es que antes de afrontar las rampas gozaremos durante unos instantes –luego habrá tiempo de poner a prueba nuestras fuerzas- de la ribera del río Gato para adentrarnos posteriormente en un vasto olivar que nos acompañará hasta el pueblo.
Una vaguada a derechas, como todas la de este puerto, será la “voz de alarma” que nos avise de que el asunto se va a poner serio. Al punto, las rampas se sitúan próximas al 10% de pendiente e incluso lo rebasarán en algunos momentos.
Las más duras estribaciones de este ascenso se prolongarán durante algo más de 2,5 km., precisamente hasta alcanzar un lugar denominado “El Puerto”. Hasta allí la carretera serpentea permitiéndonos constantemente comprobar su trazado, tanto por donde hemos subido, como por donde habremos de hacerlo.
Nos vamos aproximando a este primer altillo cuya situación, entre dos lomas, lo hace inconfundible. Sin embargo, no terminaremos aquí nuestra ruta, sino que proseguiremos en pos de Obejo.
En primer lugar, un par de kilómetros de falso llano supondrán un alivio para nuestro pedaleo y nos permitirán recuperar el aliento. Atravesamos una suerte de pradera elevada de suma belleza, siempre, por supuesto, entre olivos. Pero pronto nos da la bienvenida el pueblo. El caserío de Obejo está recostado en las faldas del cerro de la Fuenfría y se desliza suavemente hasta otro a modo de balcón en el que se asoma para recibir al visitante.
Para nosotros, no supone más que la confirmación de nuestras sospechas: hay que seguir escalando.
Abandonaremos el falso llano y nos dispondremos a dar continuidad a nuestro primer esfuerzo. Algunas encinas se mezclan con los onmipresentes olivos y vienen a dar un poco de variedad al paisaje, un paisaje que volverá a abrirse tan pronto como la cuesta se haga más patente para nuestras piernas.
Por un momento, en la última vaguada que atravesamos la vegetación se vuelve más tupida y, por así decir, más verde. La humedad y la umbría propician un hermoso recodo que nos reconfortará, a buen seguro, si decidimos volver en verano por aquí.
Salimos de la vaguada y ante nuestros ojos se abre una extensa dehesa que adorna las proximidades de Obejo. Poco menos de mil metros de ascenso nos restan hasta coronar y no van a ser un paseo precisamente. Los dos dígitos vuelven a hacer acto de presencia por última vez y, para rematar la faena, un tramo de adoquín nos sitúa en la coqueta plaza de España de Obejo, con sus característica balconada.
Ahora, lo mejor, es hacer un alto, dar cuenta de algún que otro aperitivo y, ¿por qué no?, pedalear durante unos instantes por sus blanquísimas callejuelas.
|