Comentario: Poco después de la junta entre los ríos Gato y Cuzna –lugar en que pasan a formar un único cauce recibiendo el nombre de este último- sobre el puente que lo atraviesa nos disponemos a comenzar el ascenso de uno de los puertos naturales de mayor dificultad que podemos encontrarnos en la provincia de Córdoba, El Caballón.
Nos hallamos en un profundo valle -profundo para lo que suele ser habitual en estos parajes de la sierra cordobesa- que remontaremos en dirección noreste, hacia Villanueva de Córdoba, localidad en cuyo término municipal nos adentraremos precisamente al cruzar el río.
Las lomas circundantes se encuentran cubiertas, por completo, de un vasto olivar que más tarde, ya en la cima del puerto, dará paso a la tan característica dehesa de los Pedroches, a la par que el relieve se suaviza, formando una penillanura con cierta elevación, de manera que la otra vertiente de El Caballón no salva apenas desnivel.
Nosotros, en cambio, tendremos que superar 454 m. de desnivel en poco más de 6 km. hasta llegar allí, lo cual no es en absoluto una cifra despreciable. Tal vez con un par de km. más de ascenso estaríamos hablando de un auténtico puerto de primera categoría. No en vano, El Caballón goza de gran renombre entre los cicloturistas cordobeses, que acuden a sus duras y sostenidas rampas para poner a prueba sus fuerzas y, de camino, las de sus colegas.
Precisamente es la continuidad de sus rampas la característica principal de este ascenso. Desde el inicio se sitúan siempre próximas al 10%, llegando en ocasiones a superar esta cifra. Ello, junto con un espectacular trazado salpicado de curvas, dota al puerto de un enorme atractivo para la práctica cicloturista.
Ya antes de comenzar a subir, cuando venimos bajando hacia el río, hemos podido contemplar la carretera encaramada en la loma trazando curvas. De hecho una herradura se anticipa a darnos la bienvenida antes de que hayamos tenido tiempo siquiera de engranar el desarrollo adecuado para emprender la subida.
Despues de la herradura a derechas, nos ponemos de pie sobre nuestros pedales para afrontar una primera rampa al 10% y subimos una corona para volvernos a sentar sin que nuestras piernas se resientan ante el incremento de la pendiente. Al punto torcemos nuevas curvas y comprobamos con cierto estupor cuán raudos hemos abandonado la ribera del Cuzna.
Se suceden las vaguadas entre escarpadas lomas, las rampas no conceden tregua y en un instante vamos a poder contemplar, mirando hacia el Oeste, el pueblo de Obejo encaramado en un cerro lejano. En éstas un nuevo par de herraduras nos sorprenden.
Al abandonar la segunda, atravesamos un momento crítico a causa la fuerte pendiente, pero pronto encontraremos un descansillo para recuperar el resuello, descansillo, por cierto, tan corto como agradecido por nuestras piernas.
A partir de este instante, aunque hayamos de superar rampas de cierta exigencia, la tendencia del puerto será la de ir suavizando paulatinamente. Es en este momento cuando comenzamos a disfrutar de la escalada, indagando con la mirada entre los olivos para ver por dónde se oculta la carretera. “Allí arriba hay una finca, un quitamiedos… ¡Por allí tenemos que ir!”
Se siguen las vaguadas y también algún que otro cambio de ladera que nos permitirá obtener una amplia perspectiva visual hacia el Sur, el Este y el Oeste. Hacia el Norte un repetitivo panorama de laderas repletas de olivos y… más olivos, por supuesto.
Un nuevo y último descanso da paso al tramo final de ascenso, con una rampa de considerable exigencia y una postrera herradura antes de ganar la cima del puerto tras transitar una zona muy abierta y con una impresionante panorámica hacia el Sur. La vista se pierde entre lomas y, cuando éstas parecen acabarse, asoman muy a lo lejos las cumbres de la Subbética.
Al coronar y dirigir la mirada hacia el Norte, las lomas se achatan y los olivos tornan encinas. La más grande dehesa de Europa se expande hacia los Pedroches y Cardeña.
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Fotos:
Puente sobre el río Cuzna:
La primera herradura aparece pronto:
Y le sigue una vaguada:
Ganamos altura rápidamente:
La pendiente en los primeros kilómetros es muy constante:
A lo lejos, detrás de unas primeras lomas, apenas sí se deja ver Obejo:
Ascendemos siempre entre olivos:
Contemplando un paisaje claramente modificado por la mano del hombre:
Desde el kilómetro 1,5 hasta bien entrado el 2,5 atravesaremos la zona más dura del ascenso:
Cuya máxima dificultad se sitúa al salir de esta herradura:
Luego se sigue un ligero descanso:
La carretera se abre hacia el Oeste:
Y buscamos su trazado en el tupido olivar:
Por arriba asoman los quitamiedos:
Doblamos alguna que otra vaguada:
Después de un ligero descansillo se produce un último repunte de la pendiente, que alcanza el 11%:
Torcemos la última herradura del puerto:
Luego la panorámica se abre hacia el sur:
Las vistas son excelentes también hacia el Oeste:
Al punto, ganamos la cima, junto al cerro homónimo del puerto:
El valle se muestra en toda su magnitud desde el alto:
La vertiente Este, casi inexistente, muestra un cambio en la vegetación con la aparición de la característica dehesa de los Pedroches:
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