Comentario: La Sierra de Líjar se encuentra en el Noroeste de la provincia de Cádiz, marcando el límite entre la campiña alta y la Sierra de Grazalema, siendo abrazada por los ríos Guadalete y Guadalporcún a los que riega, pues por su interior fluyen cursos subterráneos que, en forma de fuentes (hasta un total de doce), manan al exterior. Su apariencia es la de un mogote -montículo aislado, de forma cónica y rematado en punta roma- de ahí que “Mogote” sea el nombre con el que se la denomina habitualmente. Su orografía es muy accidentada, con gran cantidad de acantilados rocosos y fuertes pendientes en sus laderas, mientras que en su parte superior se presenta como una altiplanicie con suaves y prolongados desniveles hasta alcanzar su cima a los 1051 m. de altitud. En lo que a la vegetación respecta, cuenta con una gran variedad de plantas. Durante el ascenso los árboles que predominan son quejigos y encinas y, en menor medida, algún bosquete de pinos allá por los km. 6-7 aproximadamente, mientras que en lo que resta de subida el Mogote se nos muestra pelado de árboles, aunque parece que la zona está siendo reforestada. En La Sierra de Líjar existen, además, algunos ejemplares aislados de pinsapos, endemismo de la serranía rondeña. El ascenso es verdaderamente abrupto desde su inicio: se suceden con asiduidad rampas del 15, 12 y 10 % con descansos y una herradura hasta que dejamos la segunda entrada del Área Recreativa La Muela, en una segunda paella, para encontrar un respiro algo más duradero, poca tregua. Poca tregua, sí, pues al atravesar con sumo cuidado la primera barrera canadiense comienza la verdadera fiesta, todo un recital de rampas de dos dígitos durante cuatro larguísimos kilómetros en el que, además, seremos literalmente devorados por las moscas, nosotros y nuestras bicicletas. Comienza el festival con el primer tramo de hormigón, una impresionante rampa al 17,5 % que desemboca en una mole vertical rocosa que no hace sino elevar aún más, si cabe, la sensación de escalada. Acaba el hormigón pero no la cuesta, porque tras una vaguada a derechas coletea un último tramo al 16,5 %. La subida sigue ofreciendo algún respiro, pero ya estamos metidos en faena y de nuevo, tras otro susto al 15 %, vuelve el hormigón. Se trata ahora de una amplia curva de casi 360º que, a medida que gira a la izquierda, va aumentando paulatinamente su pendiente hasta alcanzar la máxima de toda la ascensión, el 20%. El tramo de hormigón es más corto y, además, está algo más sucio, por lo que la dificultad se eleva notablemente: ponerse de pie sobre la bici es sinónimo de patinaje y probablemente de caída. Una preciosa herradura con un merendero y unas vistas excepcionales sobre el peñón de Zaframagón pone fin a este duro tramo. De momento podemos olvidarnos del hormigonado, lo cual siempre será buena señal. Se sigue, no obstante, tras unos cientos de metros más llevaderos, el kilómetro más constante de toda la subida, con una media superior al 8% y rampas continuas al 10% aliviadas por algún zigzagueo que traza la pista… hasta que una vaguada y una herradura nos vuelven a dejar de nuevo en otro “tacón” por encima del 16%, la enésima lindeza de la subida. Si hemos sobrevivido a la tozudez de las rampas y, sobre todo, de las moscas, encontraremos, superadas un par más al 10%, un buen trecho de descanso: trazamos una herradura, superamos la segunda barrera canadiense (preferiblemente andando) y nos vamos a encontrar con algo más de un kilómetro para recuperar fuerzas. Es momento de beber y gozar de las vistas, porque a partir de este momento y, sobre todo, de la siguiente herradura, vamos a poder divisar buena parte de la pista por donde venimos subiendo y las distintas herraduras que, en su trazado, dibuja en la montaña. En principio vemos a nuestra izquierda este espectacular panorama, mientras que a nuestro alrededor asoman algunos pinos y varias rocas que no hacen más que seguir añadiendo belleza al recorrido, pero pronto vamos a cambiar la ladera de la montaña. De hecho, por momentos gozamos, junto a otro pequeño merendero, de una excelente panorámica hacia uno y otro lado, sobre todo hacia el Sur, con Algodonales, Zahara de la Sierra y su embalse, La Sierra de Grazalema y el vecino puerto de las Palomas, La Sierra de Ronda. Aunque lo que más impresión nos causará será la recta que se extiende ante nuestros ojos. Es fácil observar cómo su dureza se incrementa paulatinamente hasta el punto de que sólo en su parte final está hormigonado. A simple vista, si las fuerzas escasean, además de asustar, afecta anímicamente: es el momento de hundirse o crecerse. Hay que darlo todo.
Puede que no sea el tramo más duro en porcentaje (17,5 % de máxima), pero sí que es el más largo, a lo que hay que añadirle el cansancio previo, por lo que “hacer aguas” no es nada impensable. Es posible que, con la vista en el suelo, no tengamos la oportunidad de observar al buitre leonado sobrevolando nuestras cabezas, ya habrá tiempo de verlo en el descenso… mejor será rezar para que no nos ponga las garras encima, ahora que las moscas nos han dejado en paz. Esta zona por donde transitamos es aún abrupta, como si carretera y entorno estuviesen íntimamente ligados, pero cuando acaba el repecho hormigonado, al mismo tiempo que abandonamos el roquedal para introducirnos en una especie de loma achatada y de incipiente vegetación, abandonamos también las pendientes inhumanas hasta alcanzar tranquilamente la cima. Algo más de dos kilómetros serán el trámite que nos conduzca hasta allí, justo al lado del vértice geodésico y la casa del guarda forestal. Luego, continuamos unas decenas de metros, ya en descenso, hasta la pista de alas delta: explanada de donde despega otra de las especies de locos que habita la tierra, “los locos del aire”, y quién sabe si algún día también el sitio donde tenga lugar otro tipo de eventos deportivos. Ojalá.
Fotos:
Primera rampa, 15%:
Seguimos en las primeras estribaciones:
Pronto comienzan las herraduras:
Finaliza el primer tramo hormigonado con La Muela al fondo:
Pero la pendiente se mantiene elevada ante la pared que se yergue sobre nosotros:
Entramos al segundo tramo hormigonado:
Salimos del mismo. Máxima del 20%:
Preciosa herradura con el Peñón de Zaframagón al fondo:
En el descenso se disfruta sobremanera del paisaje:
El quinto kilómetro es bastante sostenido en sus pendientes, siempre cercanas al 10%:
Una nueva herradura endulza levemente el trazado:
Llega el momento en que podemos contemplar lo ascendido:
En la penúltima herradura hay un cruce a derechas
|