SEVILLA LOS MELONARES
Río Viar
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Altitud: 324 m Distancia: 5 km Desnivel: 275 m Pendiente Media: 5,5 % Coeficiente: 46
 

Altigrafía y comentarios enviados por:
Miguel Baeza y Martín Cerván

 

Localización: La ascensión está situada en la carretera A-3102. El acceso “ideal” es la carretera A-432 que une, entre otros, los municipios de Cantillana y El Pedroso, aunque también podemos hacerlo desde Castilblanco de los Arroyos, para lo cual tendríamos que descender previamente.

Especificaciones: La carretera de la subida en sí es rugosa, pero los tramos que realmente están en mal estado son los que comprenden los kilómetros previos (desde el cruce con la A-432) y los posteriores hasta Castilblanco. Por lo demás es estrecha, sin arcenes y sinuosa, aunque, por fortuna, no soporta mucho tráfico. Tiene señalización horizontal y vertical. No obstante, hay que tener mucho cuidado con los camiones que trabajan en la construcción del embalse homónimo a nuestra subida.

Fuentes: Más o menos a mitad de subida existe una fuente, pero está seca durante todo el año y así lleva ya mucho tiempo. Por tanto, no hay en toda la ascensión ni, de hecho, en todo el trayecto hasta Castilblanco de los Arroyos, por lo que resulta absolutamente recomendable ir bien surtido del líquido elemento, principalmente en los meses estivales.

Comentario: "La cuesta de Los Melonares, ubicada en el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla a unos 50 km de la capital, es, quizás, la más conocida entre los cicloturistas de Sevilla por ser la ascensión de cierta entidad más cercana a la urbe. Escenario de múltiples “gestas”, suele incluirse en el calendario de todos los clubes de la capital un par de veces al año como mínimo y sus rampas han albergado las más gloriosas batallas dominicales.
Desde que tomamos el cruce procedentes de la A-432, notamos el cambio brusco de asfalto y, así mismo, nos vemos completamente inmersos en el paisaje propio de la zona, la dehesa y el monte bajo, aunque el cultivo de frutales, sobre todo de cítricos, ha ido ganando terreno en la zona cercana al río. El trazado es sinuoso y rompepiernas hasta llegar, tras un leve descenso, al puente sobre el río Viar.
Una vez cruzado el puente, comienza la ascensión que durante casi 5 km irá remontando un precioso valle. Un cartel con el 7 % nos avisa de lo que nos espera en todo el trayecto, pues, como se puede apreciar en el perfil, la pendiente es muy uniforme, aunque el tramo final resulta algo más llevadero. A unos cientos de metros del comienzo, a la izquierda y justo en una de las rampas más duras de la ascensión, hay una hacienda custodiada por varios canes que, en cuanto nos vean, saldrán a recibirnos poco amistosamente: ¡cuidado!, no serías el primer ciclista al que muerden.
Si hemos pasado el primer escollo canino, sólo nos queda mantener el ritmo que mejor se adapte a nuestras condiciones y coronar será una simple cuestión de tiempo. Si nos lo tomamos con tranquilidad, siempre nos podremos deleitar con el entorno respirando las fragancias de las distintas plantas aromáticas que pueblan el monte tales como la lavanda, el tomillo o el romero y, con un poco de suerte, nos cruzaremos con alguna perdiz huidiza o con alguna liebre curiosa. El tramo final de la ascensión presenta, por desgracia, los estigmas del fuego que antaño asolaran esa bella parte del monte.
Sin albergar rampas inhumanas, esta subida requiere de un buen estado de forma para doblegarla, sobre todo si hemos iniciado la ruta en la capital, pues el estado de la carretera y los kilómetros previos provocarán en nuestras piernas un desgaste que nos hará pagar caro la osadía de intentar ascenderla sin las condiciones físicas adecuadas y, aunque la cuesta no pueda con nosotros, nos hará maldecir pedalada a pedalada –en compañía del canto de la chicharra- el momento en que decidimos ir a conocerla.
Una vez coronada –el último repecho vuelve a agarrarse bien- y tras un breve descenso, aún nos quedan una decena de kilómetros en eterno falso llano ascendente hasta llegar a Castilblanco, donde alcanzaremos el tan merecido descanso y el no menos ansiado refrigerio.


Fotos:
Cruzamos el puente sobre el río Viar y comienza la subida:


Al empezar, un cartel nos aclara dónde estamos:


Carretera rugosa y con gravilla a los lados:


Difícil encontrar sombras que nos cobijen:


Seguimos subiendo siempre con suaves, aunque el piso agarra y el calor aprieta:


Un primer vistazo atrás para comprobar cuánto hemos ascendido:


Y de nuevo miramos al frente... parece que termina allí arriba:


Pero aún queda un buen tramo después de girar a la izquierda:


Lástima no poder reproducir por escrito la exquisita variedad aromática de los arbustos y flores:





Un poco más arriba, pero siempre escalando a media ladera:


Preciosa panorámica de la Sierra Norte. A la izquierda se pueden ver las obras del Embalse de Melonares:


De nuevo vuelve a parecernos que vamos a coronar:


Pero al tomar la curva vemos que se sigue subiendo...


Algún árbol presenta los vestigios de incendios pasados:


Después de un falso llano, afrontamos el último repecho...


Al final, sin serlo, se hace largo el puertecito:


Por fin... otro C.I.M.A. “al zurrón”:


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